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Zulma Olivetta –Provincia de Buenos Aires, Argentina–

Y digo que lo voy a hacer… y lo hago


Voy a pensar un momento en esas gentes que, desconociendo las reglas de higiene que rigen por ley en la Nación, tosen, estornudan y se amontonan en espacios públicos. Y también pensaré en esas personas que piden a gritos que salga el ejército, la policía y algún otro tipo de personal a reprimir. El decreto de emergencia por el estado de pandemia dice la palabra “reprimir”, aunque un par de personas a favor de tomar medidas me explicaron que no se reprime, solo se hace cumplir la ley. ¿Y al que no la cumple? Se lo reprime, obvio.

Entonces, me da que pensar que el libre albedrío, algo que los cristianos suelen explicar con gran eficacia, es un don que se reserva a unos pocos. Porque hay un alto número de personas que acatan pero no cumplen, como en épocas de la colonia.

Instalado en lo más profundo de la sociedad argentina, está el hecho de que en cualquier circunstancia, hay muchas probabilidades de que lo estén engañando y que este engaño sea para favorecer a unos en detrimento de los otros. Cuando una ley se ocupa de los problemas de unos, saltan los otros a ver por qué no se ocupan de sus problemas y dejan que los unos se las arreglen solos. Partidos por la antinomia, donde cada uno de los enfrentados se considera acreedor del nombre pueblo… ¡Pobre pueblo!

Cierto que la línea no es clara ni corta con derechura, porque los que a veces están en un lado a veces parecen estar en otro, pero lo cierto es que cada parte beneficiada por una disposición pide a gritos (con unos cuantos insultitos o insultazos que van desde “inconsciente”, “ bruto falto de educación”, “no solidario” hasta “negro de m...” o “haragán hijo de su madre”) que intervenga el gobierno y los ponga en su lugar a los que no corren por la senda trazada.

Sin libre albedrío, porque hay una desconfianza instalada en nuestra sociedad, que sin represión, siempre estarán los nombrados en el paréntesis anterior haciendo de las suyas y debido a esto las “cosas nunca se hacen bien”.

Esto ya va para largo... de pronto, alguien con menos experiencia que uno, pide “sintetizá, tenés que aprender a sintetizar”. Con esto de “sintetizar”, muchas veces repetimos consignas, frases hechas, caemos en la falta de originalidad o somos empujados a ella. Y… Hay pequeñas cosas de la humanidad que necesitan muchas palabras para explicarse… y otras enormes que solo necesitan de una sola para expresarse: libertad.

Algo que no existe prácticamente, pues nuestra libertad está hoy en manos de unos y mañana en la de otros que se parecen mucho y que sospechosamente sigo diciendo, sin temor a redundancias, “parecen” estar guiados por un mismo designio. Arrearnos de un lado hacia otro, sin opción posible, pues el intento de usar de nuestra libertad termina donde comienza la del otro, que pide a gritos la guillotina, el garrote, la horca o al menos unos golpes que nos obliguen a proceder del modo correcto.

Lo más comentado de la temporada


Cuando matan a un hombre es homicidio. Cuando matan a una mujer, es femicidio. Cuando matan a una persona es ASESINATO. Una palabra inclusiva, porque cuando se perpetra un crimen, no importa el sexo de la persona que lo comete ni de la víctima. Lo que importa es que la brutalidad se ha impuesto en la sociedad que no encuentra más salida que en eliminar al otro. Si el arma es una bomba o un virus, igual es asesinato.

Larga fue la historia… hasta que recordé

Te cuento: hace muuuuchos años, una señora (que era compañera mía de trabajo) volvió antes a casa y se encontró al marido acostado con una prima. Muy impulsiva, la señora tomó el arma de su marido y asesinó a su prima. Le descargó toda el arma.

El marido se sintió muy culpable y se entregó él a la policía como responsable del hecho. Pero un cana perspicaz, se escondió en un armario cuando la mujer vino a visitarlo, y se enteró de que había sido ella la criminal. Bueno, la señora estuvo ocho meses presa... en la casa del comisario. Le hacía arreglos de costura a la señora del representante de la ley, le planchaba los guardapolvos de los chicos...

El asunto quedó caratulado como "crimen pasional" y la vida siguió su curso... Menos para la prima, claro. Nunca vi el expediente, pero decían que el juez había tenido compasión por aquella señora. Muchos de nosotros estábamos escandalizados por la libertad que le otorgaron, porque un crimen es un crimen. Y otros pensaban que el juez había procedido bien, pues había chicos del matrimonio de por medio, que necesitaban a su mamá.

La violencia contra la promiscua la ejerció otra mujer. Y como esa historia podría contarte unas cuantas más, de aquel pueblito y de otros, donde la violencia contra la mujer, la ejercen otras mujeres, y algunas tan simpáticas, azuzan a su amante para que él sea quien persiga, discrimine o maltrate de algún modo a la infeliz.




 
 
 

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