Daniela Patrone –Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina–
- unodeloesteeditori
- 20 may 2020
- 3 Min. de lectura
Salir de la oscuridad
Malena comenzó ese día como tantos otros. Se levantó al compás del sonido del despertador, puso en funcionamiento la cafetera y se duchó. Mientras bebía el café encendió la computadora para ponerse al día con las noticias; el estado del tránsito, el tiempo y los acontecimientos más relevantes a nivel nacional y mundial. Pero algo raro sucedía, ninguno de los portales funcionaba. Al colocar la dirección de los sitios, la imagen que la computadora le devolvía era una pantalla totalmente en negro. Extrañada encendió el televisor y lo que sucedió fue exactamente lo mismo. Probó pasar todos los canales y uno por uno se presentaba con una pantalla sumida en la máxima oscuridad. ¿Habría olvidado abonar la cuota del cable e internet? No, estaba segura de que todo lo había pagado antes del primer vencimiento, en eso era ordenada y prolija. Además, si se tratase de un corte de suministro el mensaje seria “no hay conexión” o “sin señal”, pero no una solemne oscuridad. Su desconcierto y temor fue en ascenso cuando descorrió la cortina del ventanal que daba hacia la calle y se encontró con que siendo las ocho de la mañana, de un día de verano, el cielo se presentaba como si fuesen las dos de la madrugada. ¿Qué demonios estaba pasando con el mundo? ¡Hasta la noche anterior la vida era normal y ahora todo estaba patas para arriba! Con manos temblorosas buscó el contacto de su amiga Fernanda en el celular y la llamó. Nanda no tardó en responder, apenas un timbrazo y la voz de su amiga se hizo presente.
— ¡Nanda! ¿Te diste cuenta de que algo muy extraño está sucediendo?
— Sí, amiga, parece que el mundo se detuvo y nos dejó sumidos en profundas tinieblas.
— No comprendo ¿Qué es lo que sucedió?
— Dicen que algo muy chiquito, de apariencia insignificante, pero de gran poder, se adueñó del planeta. Se apoderó de nuestros días y nuestras noches, trata de arrasar con nuestros sueños y derribar la fe y la esperanza. Nos quiere separar de los afectos, busca que seamos fríos y distantes, que tengamos miedo ante un gesto de cariño, un beso, un abrazo. ¡Fijate lo malo que es, que ni siquiera nos permite compartir un mate!
— ¡Eso es tremendo! ¿Pero por qué nos tocó esto?
—No lo sé con certeza, pero… dicen por ahí… que algo malo estábamos haciendo…
— ¿Algo malo? ¿Cómo qué? — Nanda bajó la voz, en un susurro respondió: — parece que olvidamos cual era el verdadero sentido de la vida y esto es una forma de recordárnoslo.
Malena se quedó pensativa… el verdadero sentido de la vida… ¿Ella lo conocía? ¿Cuál había sido el verdadero sentido de su vida hasta ese momento? ¿Trabajar? ¿Ganar dinero? ¿Estudiar? ¿Tener una profesión para ganar más dinero? ¿Comprarse lo que quería? ¿Salir todos los fines de semana? ¿Ser mejor que los demás para aumentar su ego?... Tal vez todas esas preguntas tenían como respuesta un “sí”. Malena se sintió avergonzada. Nunca se había detenido a pensarlo, pero ahora, ante tales circunstancias, reflexionó y descubrió que estaba transitando por un camino equivocado. ¡Perfecto! Lo había descubierto y se arrepentía, ¿serviría eso para volver a la normalidad? Le formuló esa pregunta a su amiga. —No, Male, lamentablemente no alcanza con que vos o yo lo aceptemos, el mundo entero debe hacerlo. Ambas amigas cortaron la comunicación y Malena quedó pensativa. Definitivamente de esta situación no se iba a salir cada uno por su lado, de esto debemos salir unidos ¿lo lograríamos?… y así, con esta idea, Malena fue quedándose dormida.
***
Amaneció límpido y fresco, un rayo de sol se filtró por el rombo de la ventana y le dio de lleno en la cara. Malena se despertó, ¿cuánto tiempo había dormido? ¡El tiempo es tan relativo! Una hora puede parecer un segundo y a veces un segundo es una eternidad. De repente recordó la oscuridad del… ¿día, mes o año anterior?, su conversación con Nanda, sus propios descubrimientos… ¿cuánto tiempo había transcurrido realmente? No lo sabía con exactitud, pero… ¿importaba? De un salto salió de la cama y se dirigió hacia la puerta de entrada, al abrirla se encontró con un panorama familiar, pero al mismo tiempo distinto. La gente iba por la calle, la luz había vuelto, pero eran otros aires los que se respiraban. Se sentía la empatía, la simpleza y el agradecimiento por estar vivos, sanos y juntos. Los ojos de Malena se anegaron de lágrimas y con labios temblorosos por la emoción murmuró… ¡Unidos pudimos!

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