Karina E. Obertini –Provincia de Buenos Aires, Argentina–

Tiempos de siembra

Me sumerjo y no vuelvo a salir.

El agua está revuelta.

Voy al fondo,

los peces llevan faroles.

Parece que llegaron los ingleses.

El agua ardiente

no soporto la temperatura,

voy a salir

Me agarraron para que no lo haga.

Que no te vean los fusiles,

las balas vuelan como ovnis

El agua jabonosa,

los hace resbalar

y no entran.

Ya no hay nadie

y el mar

suelta su siembra

como sombrero de mago,

salen las especies en extinción.

En pandemia

En la pandemia pasada escribieron que la tierra se había recuperado, que hizo aflorar lo mejor de uno.

Aquí la contaminación descendió y aparecieron los animales. Las personas se solidarizaron.

Cuando dijeron que había que quedarse en casa nadie lo creyó. Cuando lo ordenaron, muchos lo hicieron y sintieron que perdieron la libertad. Los que se quedaban querían salir a trabajar y los que trabajaban querían quedarse en casa.

Estar en casa lo tomaron como aislamiento, como encierro, como prohibición, como prisión. Algunos pensaron que tenían derecho de decidir, que habían luchado tanto por la libertad y ahora no se la iban a sacar.

Y lo peor es que aquí nos juegan los ideales, las creencias de que esto es castigo de Dios por la homosexualidad, de los derechos, de la ley y no tener piedad frente a quien no quiere quedarse en casa o no puede. Porque no todos pueden quedarse en casa.

Parece que es muy difícil, como a mí me es muy difícil salir. Solo me siento seguro en casa. Y otros solo viven fuera de casa. La vida está afuera. Pero no está en la cabeza, no es imaginación, no pueden.

Lo que hay que hacer ahora es poder. Fijarse ¿qué puedo? Hacer lo que puedo. Por eso corren, porque eso es lo que pueden, por eso marchan.

Es que lo que no se ve parece que no existe y las paredes se ven, pero no se ve el alma. El alma no lucha. El alma se enamora. Si no hacen caso… es que hacen un caso. Porque una casa sin alma es una choza o un zombie.