Graciela Brizuela –Tucumán, Argentina–
- unodeloesteeditori
- 20 may 2020
- 1 Min. de lectura
Siempre la esperanza
Nunca he sentido
tan fuerte, tan profundo,
tan palpable
el sonido del silencio.
En esta calle donde
se ha dormido el tiempo
ha quedado sola la casa
con dos abuelos adentro.
Nuestras miradas se acortan
como los días de otoño
y nos miramos a los ojos,
nos tocamos las manos...
La soledad camina
por los cuartos vacíos
y el silencio parece eterno.
El mundo que conocimos
ya no es el mismo...
Y cuando todo termine,
cuando la casa se abra,
cuando los niños corran
por el patio soleado,
cuando podamos ver
unas horas anaranjadas
y mi calle despierte
ya no seremos los mismos,
pero aun así, siempre
habrá un mañana
porque no se pierde
la esperanza.
Incertidumbre
Incertidumbre, miedo
me atenaza el alma.
Tengo un cúmulo
de sentimientos encontrados.
Se desmiembran,
se vuelven polvo y vuelan,
regresan cargados de ausencias,
ruedan por la calle desierta
como sombras que agitan
perdidos fantasmas.
Ahogo mi grito,
cargado de angustia
y todo es silencio
que aprisiona la tarde roja.
Incertidumbre, miedo...
lo que domina el aire,
se cuelan adentro,
caminan por las paredes,
se vuelven ríos en las pupilas,
anudan las manos
que ayer eran libres
y llenas de caricias,
aprisionan los brazos,
detienen los pasos...
Sé que llegará el día
en que todo habrá cambiado,
volverá a cantar el ave,
cruzará el cielo
su vuelo,
habrán huido las sombras.
Y entonces
volverá la esperanza
desbordando el alma.

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