Erik Geovanny Méndez Bulla –Bogotá, Colombia–
- unodeloesteeditori
- 20 may 2020
- 4 Min. de lectura
La naturaleza del ser
¿Qué es la naturaleza del ser? Entre todas las maravillas creadas o existentes, es imposible no resaltar los maravillosos privilegios que se nos dio como humanidad.
Durante mucho tiempo hemos vivido como seres que gustamos del individualismo, y rara vez logramos que un determinado grupo social se una por una causa común. Es normal, se entiende ya que con el avance de nuestra especie, nos hemos forjado en función de la satisfacción propia, pasando de los intereses comunes a los individuales. Es así cómo se forman las guerras por poder, donde cada sociedad se distorsiona en una trágica pero cómica avanzada hacia la catástrofe de ser superior.
Dicho esto nos olvidamos de que somos vulnerables; matamos, tomamos a la fuerza lo que queremos, contaminamos los ríos, extinguimos las especies, talamos los árboles y pisoteamos a los que se supone deberíamos llamar iguales. Vivimos absortos en un día a día sin ley, creyendo que después de nosotros no hay nada superior. Pero todo ello palidece ante la inminente amenaza de nuestra amiga llamada muerte; son tiempos cambiantes para la humanidad, pues sin previo aviso y justo cuando el mundo entero comenzaba a levantarse de su inconciencia, justo cuando los relegados y obreros comenzaban a luchar en contra del yugo de la pobreza, la injusticia, el cinismo y la corrupción, justo en ese momento donde los ricos ya sin un atisbo de vergüenza nos retaban con una sonrisa descarada, justo ahí en ese punto de convergencia ocurrió algo que nos haría replantear nuestro rol no solo en la sociedad, sino en este mundo.
Como traído de una película barata de terror, ahora debemos enfrentarnos a un enemigo invisible; pasamos mucho tiempo invirtiendo en armamento previniendo y fortaleciendo nuestras defensas en pro de la protección de la nación, dejando de lado la inversión en educación y salud. Ello ha llevado a que el mundo en general no esté preparado para afrontar catástrofes como la que estamos teniendo ahora mismo con el llamado, COVID 19.
No entraré en detalles acerca de cómo actúa, sino que ahondaré en la parte poética y patética de ello. Nuestra tendencia a burlarnos de todo nos hizo seres insensibles; no fuimos capaces de ver la magnitud de lo que se nos avecinaba, pues entre las burlas constantes, el alarmismo extremo, y nuestro imperioso pensar que somos inmortales, dejamos que se propagara a escala global. Ahora que se conoce la magnitud de su destrucción, se nos pide que nos quedemos en casa, resguardados en cuatro paredes para evitar el contagio. ¿Parece simple, no? A simple vista se podría pensar en que la tormenta cesará rápido, que la pesadilla al fin terminará, y que no veremos a otra madre, o a otro hijo llorar bajo el manto del recuerdo, ya que los infectados que mueren no tendrán una despedida digna, simplemente serán cremados lejos de los seres que un día los amaron.
Pero como siempre, la realidad dista de todo aquello y la luz esperanzadora se ve como un punto lejos de la memoria. En países latinoamericanos, donde los índices de pobreza son tan altos, se le pide a las personas que viven del sustento diario que se queden en "casa" se les ha pedido que sacrifiquen la opción de llevar comida para sus hijos, y que por favor no ayuden a propagar más el virus. La clase alta lo trajo, pues quién más sino ellos los que tienen la posibilidad de viajar, fueron los que nos dieron tan magnánimo regalo. Ahora están en cuarentena; se guardan en sus casas, y se rasgan las vestiduras al ver a cientos de obreros que deben salir a buscar su sustento.
Ahora la culpa es de los que no tienen comida, de los que si no trabajan no podrán pagar otro mes de arriendo. Ahora bien, al ser un mundo "globalizado" la economía está muy por encima de todo; grandes industrias se ven afectadas por el fenómeno, es consecuente con la realidad, pero la problemática se acrecienta al saber que los gobiernos los subsidian, mientras algunas, no todas, es verdad, despiden masivamente a sus obreros para "alivianar" la carga de la crisis
Parece ser que no estuviéramos aprendiendo la lección, y que en época de crisis notamos que algunos que creíamos acomodados, simplemente son parte de un sistema de endeudados, notamos que los ricos son mezquinos, que los gobiernos son para favorecer a las grandes industrias, que las iglesias no dan más allá de oraciones, pero piden retribuciones en efectivo, y que ante el inminente pensamiento de la muerte, todos los trabajos que dejamos como inferiores, son los únicos realmente importantes. Médicos, enfermeras, personal de aseo, y demás similares fueron menospreciados por considerarse de menor importancia, y ni que decir de los artistas que ahora nos llenan de alegría en el resguardo con sus libros, sus poesías, su magnífica música, los videojuegos y demás. Estamos sintiendo en carne propia lo que siente un animal en cautiverio, estamos aprendiendo a manejar la paciencia, a no mal gastar lo poco que tenemos, y sobre todo a trabajar en equipo. Pocas veces la vida nos da la oportunidad de volver a empezar; ahora muchos somos un poco más consientes; vemos que hay millones desamparados, que debemos cuidarnos para cuidar a los demás, y que por encima de todo, la empatía debe ser un valor que nos una como seres humanos. Tanta muerte y desolación que se ha producido en tan corto tiempo nos dio la oportunidad de valorar un paseo en bicicleta, un café con los amigos, un abrazo a los seres queridos, y un beso sincero. Pensamos que somos eternos, por eso procrastinamos todo, no amamos, y en su lugar alimentamos el odio entre nosotros. Hoy quiero que sepan que tenemos una segunda oportunidad como especie, que nos sobreponernos y que de corazón espero, que al salir un nuevo sol de esperanza, seamos más humanos para hacer de este mundo algo mejor.

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