top of page

Carlos Emilio Dentone –Provincia de Buenos Aires, Argentina–

Interrogantes


¿Será que el ser humano cambia su forma de ser cuando el infortunio lo visita? ¿Somos tan básicos que solo despertamos ante el dolor?

Las preguntas fueron globales, pero van dirigidas especialmente a mí. Me lo pregunto ante estas nefastas circunstancias donde un virus pone en jaque a la humanidad.

Es cuando no salgo por mi propia convicción de mi “zona de confort”, sino porque me obligan, me exigen, me guardan. Recién ahí despierto y actúo en consecuencia.

Soy solidario, me preocupo, me ordeno, me planifico, me contacto con el prójimo, valoro al que tengo a mi lado, miro mi planta, mi jardín, observo mi casa, sus paredes, los muebles, doy prioridades, me cuido, comparto, me informo, no dependo totalmente de la TV, refloto mis juegos de mesa.

El médico, la enfermera, el trabajador de la sanidad… ya no los siento como antes, se convierten en extrema necesidad, los pongo en el podio de los próceres.

Le doy otro enfoque a la tecnología, comunicación real. Salgo al balcón y aplaudo.

Recurro mucho más al Ser Supremo.

Doy consejos, los recibo, preveo, y así… así la circunstancia. Cambio mi forma de ser, de pensar, de actuar…

En el medio del caos reflexiono, mientras me cuido. ¿Quién soy yo? ¿Cómo soy?

¿Soy aquél que vivió siempre de una manera o soy éste apremiado por el momento?

Quizá no sea el momento de responder. Quizá sea el momento de actuar para colaborar con la extinción del virus y no mucho más.

Pero ya llegará el momento en que sentado frente a un espejo delibere conmigo mismo y extraiga mi mejor versión.

Viví sin mayores temores, sin mayores necesidades, sin valorar demasiado y estaba cómodo, me sentía bien.

Hoy vivo temeroso, con muchas necesidades, valorando hasta el aire que respiro. Estoy incomodo, no me siento bien.

¿Por qué soy distinto según la circunstancia? ¿Por qué no soy el mismo, venga lo que venga? ¡Ya me sentaré frente al espejo!

Y vos amigo… ¿te sentarás frente a ti?

Mi ventana


Mi pequeña y vieja ventana hizo que viera otro mundo,

la vida estaba lejana asomándome, en ella me hundo.

Si ayer fue todo alegría, el vecino caminando, el pibe y su algarabía y el perro vagabundeando.

El sol entra como en cada mañana, la noche trae el abrazo de la luna, ¿será mi cabello que ya peina cana? ¿será mi vida que pesa y abruma?

Hoy te cierro, no quiero tristezas, aquéllas que muestras al pasar

me olvido de mis flaquezas, quiero verte alborotar.

Mi almohada, fiel consejera, me dio ánimo suficiente

para que no padeciera y así me dormí sonriente.

Pasaron diez o mil sueños, fue un tiempo de placidez,

con el frío encendí los leños, miré al espejo y no noté mi vejez.

Oí gritos, de la calle provenían, seguí mirando a mis ojos,

mis lágrimas que caían, corrí y abrí los cerrojos.

Besos, abrazos, cantos y bailes, el vecino, el niño y aquel perro vagabundo

autos y bicicletas ocupan los carriles bienvenido nuevo mundo.

Nadie escuchó mi grito, salí a la calle en pijamas, sentí un abrazo bendito,

nadie miró mis canas.

Regresé por más abrigo, una pava que chiflaba, un mate, mi fiel amigo,

mi ventana me llamaba.

La vida se había escondido, la buscamos con locura, el encuentro fue testigo

otro tiempo nos augura.

Nos espera más amor para dar y recibir

nos encuentra en el albor de vida por parir.




 
 
 

Comments


Formulario de suscripción

1133820887

©2020 por ¡Unidos pudimos!. Creada con Wix.com

bottom of page